Pablo González-Conejero es el chef ejecutivo del Restaurante La Cabaña Buenavista, de Murcia (Michelin), que dará la cena en el Auditorio de El Ejido el viernes para los 50 privilegiados que compren su menú a través de Oferplan. Además, ofrecerá una ponencia en la que elaborará un plato con verduras de Almería antes de la cena, en la Sala B del Auditorio.
Es hijo de periodista, futbolista de joven y profesor de educación física hasta que se dejó seducir por la cocina, empezó el sueño del que ahora disfruta sin aspirar a lograr ninguna distinción, sólo buscaba sorprender a los comensales y darles bien de comer. Ahora, su laureado restaurante da 20 servicios al día y hace espectaculares eventos en su finca.
-¿Se veía llegando al momento en el que está?
-Nunca imaginamos que estaríamos donde estamos. Quizás ese es uno de los secretos: no pensar en nada, no tener una meta más allá del trabajo del día a día. La vida nos ha sonreído. La fórmula es trabajar y hacer las cosas lo mejor posible. Esto que parece un tópico es la realidad.
-¿Marcó Arzak su trayectoria y su cocina?
-Juan Mari es a nivel de cocina la persona más importante en el mundo, más aún que Ferrán Adriá. El respeto y la admiración que le tiene la gente es enorme. Su manera de ser también le hace merecedor de un respeto a nivel mundial. Trabajé con ellos un año y fue la persona que me abrió la mente en la cocina. Con él me di cuenta de que había más cosas.
-En Murcia brilla su estrella en solitario, ¿cómo lo consigue?
-No hay una fórmula. Es simplemente trabajar, hacer las cosas lo mejor posible, con ilusión, y estar cada día como si fuera el último. Nada más. Y ahora tú me dirás, ‘eso lo hará todo el mundo’.
-¿Qué le falta a la gastronomía murciana para dar el salto?
-Esta cocina es muy cara, no es rentable. Es muy difícil. ¿Todo el mundo pierde dinero? Pues sí, mucha gente pierde dinero con este tipo de cocina.
-¿Qué supone la estrella? ¿Es más presión?
-Es un premio impagable.
-¿Estaba en la carrera por la estrella o le sorprendió?
-Nunca ha sido un objetivo. Esa noche yo estaba en mi casa tomándome un gin tonic con unos amigos y ni sabía que era la gala. Me llamaron y no me lo creía. Es lo más emocionante que me ha pasado. Yo, que siempre he hecho mucho deporte, me preguntaba qué tendría que ser que te dieran una medalla olímpica. Pues lo he vivido como eso. Y al día siguiente a trabajar con naturalidad. No puedes estar pendiente de esas cosas porque te vuelves loco. Hay gente que sí, que su vida gira en torno a los periodistas y a las estrellas. Nosotros no.
-Su aterrizaje en la cocina ¿es vocacional? ¿Por qué abandona lo del deporte?
-Durante la carrera me buscaba la vida y trabaja los fines de semana, porque soy el sexto de siete hermanos y así me ganaba unas pelas. Siempre he sido muy independiente en ese sentido. Empecé en Bonache y no sé cómo me picó el tema y un día dije ‘yo quiero ser cocinero’. Ahora es muy fácil querer ser cocinero, pero entonces era una profesión residual.
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